Solo
se me ocurre una respuesta a esa pregunta. Matar.
~_____________~
Un
escalofrío recorre mi cuerpo. Me vuelvo hacia mis padres, que
esperan junto a la puerta, con gesto suplicante pero la mujer me
llama.
-
Toma – dice dándome unos papeles y unos libros -. Son el número
de tu taquilla, tu horario y los libros que vas a necesitar. En el
horario pone a que hora debes levantarte y a que hora empiezan tus
clases, ya que aunque seáis criminales nos exigen que os eduquemos.
También está la hora de comer y a la hora a la debes estar en tu
habitación para acostarte. Esto es muy fácil – dice mirándome
fijamente – Si llegas tarde a clases no entras, y se apuntará a
que clases faltas, si llegas tarde a comer, y va por el desayuno, el
almuerzo y la cena, no comes. Y si a la hora a la que debes estar en
tu habitación no estás allí... Créeme, no querrás saber lo que
pasa. ¿Entendido?
Otro
nudo en la garganta, trago para que desaparezca.
Asiento
porque no me salen las palabras.
La
mujer sonríe, contenta con su trabajo, se había propuesto
asustarme y lo ha conseguido.
Me hace un gesto
para que me vaya. Y me dirijo hacia donde se encuentran mis padres.
-
Bueno, hija, ya tienes que arreglártelas sola – dice mi padre.
-
Como si hubierais hecho mucho.
-
Cathleen, nos veremos dentro de un mes, ya verás como se pasa
rápido, ¿vale?
-
No tengo otra opción.
En el papel pone
número 666. “¡Qué bien!” pienso. Técnicamente ahora tendría
que estar en clase de historia, pero no me da tiempo a llegar, empezó
cuando me dieron el horario. Además es el primer día, tengo que
organizarme.
Busco mi taquilla
rápido, prefiero no tener nada encima cuando salgan de clase, ya que
no se con qué voy a encontrarme.
Suena el timbre y
todavía estoy en el número 500. Las puertas se abren todas a la
vez, ¿acaso son automáticas?, y una avalancha de personas inunda el
pasillo.
Todos me miran y yo
procuro no mirarlos a ellos, mantengo la vista fija en los libros.
En un acto de
valentía levanto la mirada y los veo, a mis compañeros. Son
exactamente como me había imaginado que serían.
Extravagantes,
imponentes y escalofriantes. Debe de estar de moda en el infierno
adornarse el cuerpo con tatuajes de todo tipo, porque aquí, hay a
puñados. Y los piercings en la nariz, puf, como los odio, llevar una
argolla gigante en la nariz hace que te parezcas más a un toro que a
un ser humano, aunque pensándolo bien, quien dice que sean seres
humanos. Solo son criminales, peligrosos criminales trastornados.
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