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Entonces la veo, veo
a la chica de la que me habló Kitzia hace unas horas, esa es mi
víctima.
Tengo que crear un
vínculo entre nosotros para después romperlo. ¡Delante de todos!
Después de todo, no
todos los días se tienen nuevos condenados. Será divertido.
Tresh y su banda se
acercan a toda prisa hacia al comedor, hoy tiene que haber comida de
verdad.
La miro de nuevo.
Una oportunidad como
esta no la puedo desaprovechar, la han derribado, y ella está ahora
en el suelo exhausta por lo que acaba de pasar. Todas sus cosas están
esparcidas por el suelo.
Es mi turno.
Me acerco
lentamente. Y me pongo delante de ella.
Es pelirroja, pero
rojo oscuro, no chillón. Es pálida, y parece una blandengue.
-
Hola, señorita, ¿puedo ayudarla? - me cruzo de brazos. Ella me
mira.
-
No gracias, estoy bien.
Se
vuelve hacia sus cosas intentando reunirlas.
-
¿De verdad? ¿No es ese libro con el que están jugando al fútbol
tuyo?
Se
gira hacia donde yo señalo. Y sus ojos se abren como platos, se
levanta corriendo y va a recuperar su libro, o al menos a
intentarlo.
Porque
Craig la derriba de un empujón y ella choca con las taquillas.
-
¡Hey, Craig!
-
¡Aaron!
-
Dale el libro – digo tranquilo.
-
¿Qué? ¿Por que iba a hacer eso? - dice desafiante.
-
Lo harás – digo en el mismo tono tranquilo y ladeo la cabeza.
Me
acerco a Craig y le atesto un puñetazo en el estómago, el libro
sale disparado de su mano y cae al suelo.
Lo
cojo y me acerco a la chica.
-
Aquí tienes tu libro.
-
Vaya, gracias.
-
Ahora, ¿me dirás tu nombre? - sonrío.
-
Cathleen.
-
Aaron.
Ella
sonríe.
Lo
he conseguido. Un poco más y ya la tengo a tiro.
-
¿Tienes hambre?
-
Sí.
-
Ven, te enseñaré la cantina.
-
Antes necesito encontrar mi taquilla – dice un poco avergonzada.
-
En ese caso, te ayudaré a buscar tu taquilla.
-
Vale.
Tiene
la 666, está muy cerca de la de Kitzia. Eso le va a gustar, así la
tendrá controlada. Llegamos a su taquilla y suelta sus libros y sus
cosas.
-
¿Por qué me ayudas? - pregunta intrigada y un poco extrañada.
-
Y, ¿por qué no?
-
Pues porque se supone que eres un criminal, y los criminales no son
amables – sonrío.
-
En el mundo hay de todo. ¿Así es como me agradeces que tengas tu
libro de vuelta?
-
Oh, ya, lo siento. ¡Gracias! ¿No se que hubiera pasado si me quedo
sin libro?
-
Pues que no tendrías libro, y claro, te hubieran castigado.
-
Eso es lo que no me gusta.
-
Tampoco te gustará quedarte sin comer, así que ¿por qué no vamos
ya?
-
Sí, mejor que nos demos prisa.
Tan poco ha sido tan
difícil. Ahora solo me queda acabar con ella en público y la cruel
bienvenida habrá acabado.
Ella se sienta en
una mesa con la bandeja de comida. Yo me siento a su lado.
-
¿Acaso te gusta estar sola? - le pregunto en tono burlón.
-
No, de hecho es lo que más odio. Pero, ¿qué voy a hacer?
-
¿Amigos?
-
Es muy fácil decirlo, pero no hacerlo. Yo no encajo aquí.
-
¿Y que te crees que cuando llegué todos acudieron a mí como... -
miro sus ojos - ...como abejas a la miel?
-
No, pero, seguro que te fue más fácil. Eres un tío. Y en la
sociedad siempre lo tenéis más fácil – lo que dice me hace reír
-. No pareces un matón.
-
¿Y acaso lo soy?
-
No lo sé. No te conozco.
-
¿Y te gustaría conocerme? - me acerco a ella. Empieza el show.
-
¿Qué haces? - me dice apartándose. Está nerviosa. Sus ojos me
miran a mí y luego al resto del comedor.
-
¿Es que no has pensado que podríamos...? Ya sabes – me acerco
más a ella. Miro a mi alrededor. Todos nos miran. Perfecto. Me
acerco más y más a ella, y ella se aleja, hasta que se queda sin
banco en el que apoyarse y se cae encima de la basura.
Está
completamente cubierta por basura, pieles de plátano y el puré del
día.
El
comedor estalla en carcajadas. Ella me mira con sus ojos color miel
suplicándome ayuda. Sus mejillas están rojas por la vergüenza y
tiene los ojos cristalinos, como si fuera a llorar.
Pero
en vez de eso, respira profundamente, se levanta y se larga del
comedor.
Antes
de irse me mira con odio. Y una sensación horrible se apodera de
mi. Se me hace un nudo en la garganta y miro la mesa en busca de
agua. Como no hay, trago saliva para deshacerlo y en ese momento de
debilidad se acerca Kitzia.
-
Vaya Aaron. Ha sido mejor de lo que imaginaba – dice paseando su
dedo índice por mi hombro y mordiéndose el labio.
-
Hola Kitzia.
-
Sabes que puedes llamarme Kit – se acerca a mi y me besa en los
labios -. Me ha encantado tu actuación. ¿Sabes? Parecía que de
verdad se creía que eras su amigo y que estabas colado por ella.
-
Es mona.
-
¿De verdad? ¿Es mona? Pues si te gusta has arruinado tu
oportunidad. De cualquier forma me has hecho feliz. Y eso es lo que
importa, ¿no?
-
Me largo.
-
Hey, Aaron, ¿acaso no estás contento con tu actuación? Esa cría
estará llorando en el baño ahora mismo.
-
¿En el baño? - pregunto, ojala haya oído mal.
-
En el baño.
-
Es la hora de Livvy, ¿cierto?
-
Muy cierto. Se me había olvidado.
-
¡¡Se la va a cargar!!
-
¡Lo sé! ¿No es genial?
Salgo
corriendo hacia el baño de chicas. Veo la puerta entre abierta y se
oye un ruido fuerte que me retumba en los oidos.
-
Livvy
Abro
la puerta de golpe y las veo. A Livvy y a Cathleen. Hablando. ¿Cómo
puede estar hablando con Livvy?
Livvy
es corpulenta y grande. Tan fuerte como un toro y a la hora de comer
siempre recorre los aseos para ver a que paleto puede golpear. Pensé
que le iba a hacer daño pero están hablando.
De
pronto Livvy se levanta y le pega otro golpe a la puerta de una
letrina.
-
Es un capullo – dice Livvy acariciándose el puño con el que ha
golpeado la puerta con la otra mano.
-
Lo sé – dice Cathleen mirando su reflejo sucio en el espejo. Se
quita lo que puede del pelo y se vuelve hacia Livvy.
-
Puedo golpearle, si quieres.
Ella
se ríe, por primera vez desde que la vi.
Livvy
se gira y me ve.
-
¡Eh, tu! ¿Qué haces aquí? - dice enfadada y acercándose.
-
Tan solo quería ver como iba tu ronda.
-
¡Pues muy bien! Y ahora si no quieres salir herido te aconsejo que
te largues.
Cathleen
ni siquiera me ha mirado. Cuando doy un paso hacia ella suena el
timbre que indica el comienzo de la siguiente clase. Y me veo
obligado a irme.
Además
tampoco hubiera tenido oportunidad contra Livvy. La miro otra vez
antes de irme y está lavándose la cara con las manos.
-
¡Oh! ¡Mierda! - exclama mirándose la mano – Me he cortado con
algo cuando me caí.
Un
arañazo rojo del que salen algunas gotas de sangre le rodea la
muñeca.
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Este capitulo no me gusta mucho como ha quedado, así que si tenéis alguna sugerencia os agradecería que me lo comentarais.. :33